Gangs of Wasseypur. Parte 2.

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Prepelícula

Las pocas veces que he visto películas que son continuaciones de otras, lo he hecho con muchos meses de diferencia entre unas y otras. A veces años. Hablo de películas vistas en las salas de cine, claro. Por ejemplo, Kill Bill, creo que pasó un año desde la primera hasta la segunda. Eso tiene un pequeño problema y es que antes de empezar a ver la segunda tienes que hacer un esfuerzo mental para recordar la primera y ponerte en situación.

¿Quién no ha pasado una tarde de su vida viendo las tres partes de «El padrino», una detrás de otra, en plan marathón? Yo. Las dos primeras sí que las he visto seguidas varias veces. La tercera no. Yo creo que la tercera no pega detrás de las dos primeras. Es otra cosa, y es otro nivel, un bajón. Cuando acaba la segunda ya nada puede mejorar eso, lo mejor es dejarlo.

Las series de TV, por ejemplo, si las ves en televisión, el día de la semana que las ponen, sucede lo mismo, te tienes que poner en situación cuando empieza cada capítulo. Pero si tienes la temporada completa en DVD, no es necesario. Puedes ver un capítulo, poner el siguiente, y así hasta que te canses. Desde luego, se disfruta mucho más de esta manera, ya que la mente la tienes perfectamente predispuesta a la historia y está ávida de más.

El jueves conocí el cine Artistic Metropol para ver la primera parte de «Gangs of Wasseypur», y desde que salí de la sala, ya estaba deseando que llegara la hora de ver, al día siguiente, la segunda parte. A medida que se acercaba la hora, más ganas tenía de que empezara ya. Me venían continuamente a la cabeza las escenas de la primera parte y dentro de mí iban creciendo unos deseos locos de saber qué más situaciones se sucederían.

¿Qué tendrá el cine que provoca en mí ese estado de expectación? No era una final de la Champions, era sólo una película, y sin embargo yo esperaba su inicio como se espera a una novia cuando llevas dos semanas saliendo con ella.

La noche anterior fuimos seis personas en la sala. Cuando llegué a ver la segunda parte éramos tres, los mismos tres del otro día. Los otros tres llegaron pocos minutos después, o sea que la media docena de afortunados que vimos la primera parte repetimos al día siguiente para ver la segunda. No soy el único loco, es un consuelo.

Por cierto, otra cosa que me gusta de este cine. Cuando empieza la película, se cierra la puerta y ya no se puede entrar. Ojalá cundiera el ejemplo en todas las salas. No pasará, claro, hay que vender entradas como sea. Pero sería maravilloso que no se permitiese la entrada a nadie con la película empezada.

Película

Un suceso en los años cuarenta entre Shahid Khan y Sultana Daku se perpetua a través de las sucesivas generaciones. Las sangrientas venganzas se suceden, mientras Ramadhir Singh se encuentra en medio de ambos clanes, tomando partido por unos u otros según le va interesando. En esta segunda parte es el nieto de Shahid, Faizal Khan, quien intentará acabar con la familia Daku para vengar las muertes de su abuelo, su padre y otros familiares, aunque su objetivo máximo es terminar con la vida de Ramadhir Singh.

Al igual que sucedió en la primera parte, el inicio de esta segunda entrega es vertiginoso. Arranca con la escena final de la primera parte, para que aquellos que la vieron hace tiempo se pongan en situación. A mi no me hizo falta porque la ví el día anterior. A partir de ahí, una constante descarga de adrenalina audiovisual que hace que te claves a la butaca y te dejes caer hacia abajo por si acaso se escapa un tiro.

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Si la primera parte de «Gangs of Wasseypur» es buena, la segunda es gloriosa. Excepcional trabajo de Anurag Kashyap, que no tiene ningún problema en permitir que se le note a la legua que bebe de Scorsese, de Tarantino, de Peckinpah, no solo no se molesta en disimularlo sino que diría que se esfuerza en que se note. Y me parece muy bien. A los fans de esos directores, esta película les sabrá a gloria, como me ha sabido a mi.

No se si la idea inicial de este proyecto era hacer una película con dos partes, o esto surgió después del montaje, al ver que les había quedado una historia de más de cinco horas. Sea como fuere, una vez vistas, creo que ha sido un gran acierto. Condensar toda esta historia en una sola película de dos horas habría sido imposible, resultaría una chapuza impresentable. Y claro, hacer una única película de cinco horas, por muy buena que fuera es inviable. Por tanto, dejarla en dos es perfecta. Porque salen dos peliculones, y, si como yo, las ves seguidas o con poco tiempo de diferencia, lo que se te queda en la mente es una única película, una obra global y maravillosa, pero la has vivido dos veces, con lo que la experiencia es doblemente gratificante.

En esta segunda parte, el protagonista indiscutible es Faizal Khan. Al igual que sucede con Michael Corleone en «El padrino», Faizal en principio parece el hijo menos interesado en los negocios y las venganzas familiares. Parece pusilánime y pasota. Pero termina haciéndose el jefe de la familia y siendo mucho más temible de lo que nadie se podía imaginar. Al igual que el pequeño de los Corleone, Faizal también tiene que imponer su ley en dos territorios, el interno y el externo. Hacerse respetar con los enemigos de su familia, e imponerse del mismo modo en su propia casa, atajando los brotes de envidia y ambición que inevitablemente surgen dentro de su propia familia.

En este punto, hay que alabar sin reservas la labor de Nawazuddin Siddiqui, el actor que da vida a Faizal con una impecable interpretación. A decir verdad, todos están bien, pero indiscutiblemente su contribución a la grandeza de la película es enorme.

Como pasaba en la primera parte, la película no son sólo tiros y sangre. Kashyap retrata a la sociedad hindú con mimo y precisión, e introduce elementos melodramáticos en la película, historias de amor, canciones, humor, etc. Lo que pasa es que el ritmo trepidante y las escenas de acción pueden con todo. Son tan impactantes las secuencias de vendetta, persecuciones, tiroteos y asesinatos en general, que pueden con todo. Al final, son estas escenas lo que se te queda dentro, por lo que el resto de elementos de la película terminan pesando mucho menos.

En esta segunda parte creo que hay más canciones que en la primera, supongo que el cine hindú sin canciones debe ser algo inadmisible. Pero de todos modos, tampoco son muchas, y se hacen muy llevaderas. Incluso diría que están bien, y desde luego nunca son gratuitas, siempre vienen al caso, cantan en un funeral o en una boda, cosas así. Totalmente asumible.

La maestría con que Kashyap plasma esta historia en la pantalla me ha impresionado. El ritmo perfecto, el trabajo de dirección extraordinario, y la manera en que lidia con las escenas más violentas es espectacular. Es en estas escenas donde Kashyap da el do de pecho. Disparos a quemarropa, decapitaciones, bombas, cuchilladas, pero por encima de todo las secuencias de los tiroteos son sublimes. La grandilocuente escena del asalto a la casa de los Kahn puede ser una de las mejores de este tipo que he visto en mi vida. Su realismo y su dantesco desarrollo quedarán en mi recuerdo formando parte de esas secuencias cinematográficas que forman parte de la historia de cada uno.

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Me hizo gracia los nombres que les ponen a los hermanos pequeños de Faizal. Uno se llama Definite, y el otro se llama Perpendicular (y su amigo, Tangent). Pero aparte de los nombres, poca gracia tienen. Los niños son terribles y ambiciosos. Recuerdan un poco a los niños de «Ciudad de Dios», que en cuanto crecen un poco ya quieren destronar a los que mandan y hacerse los amos. Aquí pasa un poco lo mismo, Definite y Perpendicular son muy peligrosos, tanto para los enemigos de su familia como para su familia misma.

Junto con los nombres que he citado, hay escenas que dejan caer gotas de humor, o que a mí por lo menos me hicieron sonreir, como el atentado chapuza a Sultán en el mercado de frutas, descarado guiño a «El padrino», o la conversación en la que ninguno de la familia sabe el porqué del nombre de Definite, ni si es su verdadero nombre o no; y, por encima de todas, la escena de la persecución de uno a otro en sendas motos, y ambas paran a echar gasolina en la misma gasolinera y luego siguen la persecución….

A estas alturas, seguro que todos ya sabéis que la película me ha gustado mucho, pero por si acaso, lo ratifico. Juntando las dos partes son más de cinco horas de cine con mayúsculas. Película ambiciosa, estimulante, inolvidable. Combina brillantemente el estilo y los ritos clásicos de la India con las maneras del cine occidental de toda la vida. Reinventando el cine de gansters, poderosa y exquisita a la vez, «Gangs of Wasseypur» ya es un clásico. Al menos, para mí.

Postpelícula

Salgo del cine de noche, desconfiando de la gente con quien me cruzo, no sea que saquen una pistola y me disparen. Todavía estoy dentro de la película, mi mente siempre tarda un poco más en salir del cine que mi cuerpo. A medida que aterrizo en mi vida de nuevo, voy siendo consciente de lo bien que me lo he pasado. Lástima que no haya una tercera parte.

Y eso que los más agoreros decían que «Segundas partes nunca fueron buenas». Los refranes no siempre tienen razón. Es verdad que la mayoría de las veces las segunda partes son bastante peores que las primeras, tanto en el cine como en todas las cosas de la vida. Pero hay excepciones. Ahí está «El padrino», cuya segunda parte, para mí, está un punto por encima de la primera. Como mínimo, a la misma altura.

Más que el refrán, yo temía las altas expectativas que llevaba después de que me gustase tanto la primera. Suele ser un mal negocio poner el listón muy alto. Eso sí, cuando lo haces, lograr saltar el listón es una gozada. A fe que esta vez ha sido así, puse muy altas las expectativas y a pesar de ello se cumplieron con creces. Cuando eso ocurre es pura magia.

Es muy grande el cine. Cuando conectas con una película es como si te elevaras sobre ti mismo. Con un libro también puede pasar pero no del mismo modo. La intensidad de una película es mayor, todo se condensa en menos tiempo (un libro puedes tardar un mes en leerlo), todo es inmediato y no hay nada externo que te descentre. Es una tontería comparar porque son dos experiencias distintas y ambas igualmente gratas, pero el cine tiene algo especial para mí, conecta con mi parte onírica, con mi parte más infantil e impresionable, me inyecta pasión.

Una pasión que luego proyecto aquí, y por mucho que a veces intente ser comedido, es difícil serlo cuando revives algo con lo que has disfrutado mucho. «Casi todas las películas te gustan», me suelen decir algunos para relativizar mis elogios. Es verdad que casi siempre que voy al cine lo paso bien, y me alegro de que sea así. Pero algunas películas son especiales y van más allá. Es entonces cuando uno se siente especial por haberlas descubierto, mi vellocino de oro particular. Este es el caso de «Gangs of Wasseypur», un díptico cinematográfico que me ha hecho disfrutar de un modo indescriptible.

Como dije en mi anterior entrada, la India no es un país que me haya llamado nunca la atención. Hasta ahora. Si me habrá gustado la película…

Recomendación de la semana:

– Duelo en la alta sierra (Sam Peckinpah -1962-)

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